SÓLO UN SISTEMA ENFERMO ES CAPAZ DE ENCERRAR A SUS NIÑOS

Lissette, una niña de 11 años murió en el SENAME, a los 5 años entró por un abuso sexual de un familiar. De allí transitó por varios de los hogares, hasta su muerte por un paro cardiorespiratorio. La directora del SENAME, Marcela Labraña (DC), trato de argumentar que a la niña le dio un paro por pena y más allá de las aflicciones que debió sentir en su corta existencia, su muerte es reflejo del trato que éste podrido Estado le ofrece a los niños pobres.

Publicamos el testimonio que nos envió una profesora que trabaja con los niños del SENAME:

Allí viven niños y niñas encerrados, divididos en casas por letra o nombres de fantasía que de maravilloso no tienen nada. Ellos lo saben, están conscientes lo que significa pertenecer a cada una de ellas, “el está en la casa B, porque se fugó”, un castigo por fuga es trasladarlos a otra casa dentro de la misma dependencia, las niñas saben que las dividen por abandono familiar, víctima de tráfico sexual, drogadicción etc.

Ingresar a un servicio del Sename es lo mismo que una cárcel de menores sin condena. Las puertas de fierro con llaves es un recordatorio inalterable del encierro, viven en una precariedad constante tanto material como afectiva  -buzos zurcidos, poleras roídas-,  no existe una rutina que potencie y desarrolle sus habilidades, ni un espacio para estudiar, siendo que todos están matriculados ya sea para rendir exámenes libres ya sea en sistema tradicional, se exige esta condición, pero asegurar y gestionar que aprendan no es una exigencia.

Ciertamente se descompensan, gritan, patalean, golpean y muerden a los educadores. ¿Quién no lo haría en estas condiciones? El Sename aplasta a nuestros niños y niñas, los endurece y margina. Que haya muerto una niña por sobredosis no extraña, del grupo de jóvenes que accedió al programa educativo del cual fui parte, la mayoría recibía medicación, una vez vimos -junto a otras colegas- como una chiquilla tomaba alrededor de 10 pastillas al unísono, ver el efecto que provocaba en ellos era evidente, llegaban a clases somnolientos, ralentizados, esos días sabíamos que no iban a aprender, estaban en clases pero no participaban: estaban anulados.

Sufren violencia de sus pares, aplica la ley del más fuerte: moretones y mordidas, como si no fuera suficiente no tener un lugar donde vivir. Son niños invisibilizados hasta que mueren o se fugan para ingresar a una banda, ahí existen. Muchas veces son agresivos y esquivos, al relacionarse con ellos siempre te tienen a prueba, son desafiantes, pero debajo de todas las corazas siguen siendo niños y niñas, cuando se logra un vinculo afectivo aparece la sonrisa, el abrazo.

Que demostración más evidente que este sistema capitalista decadente y detestable, es en esencia cruel y despiadado con nuestra clase. Si los niños, niñas y jóvenes son despojados desde sus primeros años de lo básico para vivir en sociedad, una familia, – cualquiera sea su constitución-, un adulto responsable que lo quiera -esto puede marcar la diferencia en ellos-, para recordarle que su existencia tiene un sentido, que no sobra. Rabia es lo mínimo que podemos sentir. Son niños que están en el limbo, no pueden ser adoptados porque tienen familia, pero no pueden vivir con ellas porque estas no resguardan sus derechos como menores. Lo más absurdo es que después esperamos que se inserten resilientemente en sociedad y su paso por el Sename sea un mal recuerdo.

La intención no es demonizar a quienes trabajan con los menores, muchos de ellos tiene real  interés en mejorar las condiciones de los jóvenes, pero al igual que con el profesor,  no podemos dejar que el peso del sistema recaiga solo en sus hombros. Los centros del Sename no debieran existir, solo un sistema enfermo y podrido es capaz de  encerrar a niños, niñas y jóvenes.

Autor: Periódico El Pueblo (Chile)

Prensa popular e independiente al servicio de las luchas de los pueblos oprimidos del mundo.

2 opiniones en “SÓLO UN SISTEMA ENFERMO ES CAPAZ DE ENCERRAR A SUS NIÑOS”

  1. Un sistema enfermo, encierra, maltrata, viola y mata niños y niñas pobres condenados al olvido y a sus estadísticas.
    Porque es verdad que donde quieras que vayan les llega una bofetada recordandoles quienes son y cual es su propósito, incluso si van a su escuela pública, (que lo más probable es la escuela que recibe de todo), ésta escuela les recuerde una y otra vez que no tienen libertad, que están condenados al encierro, que deben regresar, que no existe espacio para ellos.
    Y así estos niños y niñas pobres crecen y se multiplican por miles, porfiadamente, como un reclamo, como una mano contestataria, como una hermosa luz de ojitos rebeldes que no se apagara jamás.

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