Publicado en la edición impresa número 57 de Periódico El Pueblo (Abril). Adjuntamos esta vez una infografía de la Fundación Sol con datos acerca de los «nuevos empleos» con los que se llenan el buche los candidatos del Partido Único (Nueva Mayoría y Chile Vamos).
Cecilia González, madre, esposa y trabajadora
La labor que cumplen miles de mujeres populares a lo largo de nuestro país, que trabajan en doble y hasta triple jornada laboral, revela la condición de explotación y machismo a la que nos ha sometido el imperialismo y el sistema que nos impone: el capitalismo burocrático. Este sistema económico-político deforma y retrasa la economía, colocándola al servicio de los monopolios. La explotación laboral y doméstica de la mujer es un pilar importantísimo para que este podrido sistema se sostenga.
Para conocer en detalle las vivencias de una mujer popular en esta situación, conversamos con Cecilia González. Ella vive en una población de la comuna de Pedro Aguirre Cerda y nos explica que realiza distintas labores para poder mejorar las condiciones económicas de su familia. Por ejemplo, además de cumplir con todas las labores domésticas de limpieza del hogar y alimentación, para que su esposo e hijos puedan estudiar y trabajar, trabaja de “colera” en las ferias cercanas. Hace colaciones y vende platos preparados para aportar a los gastos. Además, cuida a los abuelos de la familia, motivo por el cual no pudo encontrar un trabajo remunerado, ya que no tiene un horario libre fijo.
Entonces, si sacamos cuenta, podemos definir fácilmente que su jornada laboral no solo es doble, sino hasta triple, pues en ella descansa toda su familia, a través de las labores domésticas, los abuelos a quienes tiene que dedicar cuidado especial y, además cumple con la venta de ropa, mercaderías en la feria y colaciones, con lo cual pueden complementar los gastos familiares.

Sin embargo, el 63% de ellos corresponden a empleos precarios. Un 29,1% corresponde a empleo tercerizado (subcontrato y suministro), 32,6% a cuenta propia mayoritariamente de baja calificación y pocas horas, mientras que un 1,3% se trata de empleo familiar no remunerado.
Cecilia explica que en su diario vivir se asombra que la gente crea que eso no es trabajar, pues estar en la casa o ser “dueña de casa”, significa mantener una gran cantidad de trabajo que para peor, no tiene un horario de término de jornada definido ni vacaciones. Además, hay una serie de trabajos “chicos” que se realizan y que terminan siendo fundamentales para que el resto pueda salir a la calle, como por ejemplo cocinar, lavar la ropa, etc. Si ella no alimenta a su familia preparando los almuerzos el día anterior o no prepara la ropa, ellos no podrían salir a laborar ni estudiar correctamente.
Al final del día, Cecilia, queda tremendamente agotada, pues sumadas las horas de trabajo, termina siendo una jornada muy extensa, donde realiza un trabajo físico importante, levantándose temprano a preparar las colaciones y luego al trasladarse a la feria con la mercadería en los carros. Después llega a la casa a hacer limpieza, realizar compras o buscar remedios al consultorio, entre otros tantos quehaceres.
Cecilia se ha desempeñado en diferentes trabajos casuales durante su vida. Nos contó que unos años atrás se dedicó a realizar aseo en casas, pero además de tener que recorrer grandes distancias para ello, sufrió un accidente y como esta labor no es con contrato, no tenía seguro y tuvo que asumir las consecuencias sola. Agrega también que se da cuenta del machismo, ya que su familia se acostumbró a contar con ella en la casa y las veces que trató de dedicarse a un trabajo formal, se generaron tantas peleas y discusiones que prefirió quedarse en el hogar, porque se asume que las labores de la casa son de la mujer, independientemente si esta trabaja afuera o no. En otra oportunidad trabajó haciendo costuras, pero ahora prefiere vender ropa usada en las colas de las ferias de su sector, además de preparar empanadas y pastel de choclo en las temporadas de fiestas. Dice que así se las arreglan para sobrevivir, en una ciudad en donde todo sube, menos los sueldos, donde el trabajo doméstico no se considera trabajo y los pobladores luchan cada día por el pan, muchas veces con todo en contra, incluidos los prejuicios.
Como su situación laboral es “informal” según el Estado, no tiene derecho a previsión de salud, seguros, sueldo estable ni pensión. Por ende, en el sistema público de salud recibe una muy mala atención a las enfermedades que carga, ya que debe hacer filas gigantes y esperar eternamente para que haya horas de atención con los médicos especialistas que tratan sus dolencias.
La vida de Cecilia retrata las duras condiciones que el capitalismo burocrático le impone a la mujer popular: una economía que no le ofrece las mínimas condiciones materiales a su familia, pues ni siquiera cubre realmente un salario que asegure la reproducción y vida de la familia. Por ello, Cecilia debe casi “desdoblarse” para satisfacer las necesidades de todos. Desde el punto de vista del pueblo, Cecilia es un tremendo aporte a la economía de nuestro país, pues ella es una de las tantas mujeres que permite que su familia acceda a los estudios y al trabajo. Sin embargo, su labor es totalmente anónima y despreciada por los mezquinos intereses financieros y estatales.

Con el ejemplo de Cecilia saludamos a todas las mujeres populares, que siendo madres, esposas, estudiantes y trabajadoras, desempeñan doble y hasta triple jornada, combatiendo a diario por subsistir. Destacamos su valioso esfuerzo por mantener la economía y la sociedad, pero señalamos claro que todo su potencial se desenvuelve cuando participan de las luchas del pueblo y se hacen conscientes del imprescindible pilar que ellas representan en la venidera nueva sociedad.